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Rafa Nadal es investido doctor ‘honoris causa’ por la Universidad de Salamanca

07.10.2025 News Divider

Editorial RNA

Rafa Nadal se ha convertido en el primer deportista investido doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca, la más antigua de España.

El ganador de 22 títulos de Grand Slam recibió esta distinción por su “resiliencia, humildad, disciplina, esfuerzo y trabajo en equipo”, y vivió, en sus propias palabras, “un día inolvidable”.

La ceremonia, celebrada en el histórico Paraninfo de la Universidad, comenzó con un vídeo que repasó los mejores momentos de su carrera profesional, antes de que Rafa pronunciara su discurso ante el claustro de doctores de la institución académica.


El vínculo de Rafa Nadal con la Universidad no es nuevo. Desde hace años colabora con la Universidad Alfonso X el Sabio (UAX) en el desarrollo de programas de educación superior para la formación de profesionales en las tres áreas que impulsan la industria deportiva: salud, deporte y negocio.

Desde la Rafa Nadal Academy by Movistar felicitamos a Rafa por este gran reconocimiento a su carrera, sus valores y su legado, que nos inspiran a trabajar cada día con más pasión y compromiso para estar a la altura.


Discurso completo de Rafa Nadal tras ser investido doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca

Rector Magnífico de la Universidad de Salamanca
Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades.
Señoras y Señores.

Quiero empezar haciendo mención a esta institución, tan importante para la Historia, para España, para el mundo académico universal y para la humanidad.

Mi agradecimiento a la Universidad de Salamanca, a su Rector, al Decano de la Facultad de Educación, al Claustro de Doctores y el Consejo de Gobierno de la Universidad, por concederme esta distinción tan especial.

Un inmenso honor ser el primer deportista investido como Doctor Honoris Causa por esta universidad.

Me resulta difícil encontrar palabras para expresar lo que siento en este momento.

Es para mí un motivo de enorme orgullo y gratitud el recibir un título Honoris Causa de la Universidad más antigua de España y una de las más antiguas del mundo; un lugar donde desde el siglo XIII el humanismo, el pensamiento crítico y la libertad intelectual iluminó a toda la humanidad.

Como bien sabéis, yo no he seguido la trayectoria académica tradicional de la mayoría aquí presente: mi formación ha sido distinta. Mi vida se ha desarrollado en torneos y en pistas de tenis, viajando por los cinco continentes, compitiendo y aprendiendo del deporte y de las experiencias que todo esto me ha ofrecido.

Por eso, este reconocimiento lo recibo no solo como un privilegio, sino también como una muestra de respeto hacia el deporte y lo que éste representa para la sociedad.

Este inmenso honor se me ha concedido en palabras del Decano de Educación, por el reconocimiento «a mi trayectoria personal y mis logros profesionales que han inspirado a millones de personas en todo el mundo, demostrando que con esfuerzo, dedicación y talento se pueden alcanzar metas extraordinarias» y no puedo estar más feliz y agradecido por ello.

Desde que era niño, el deporte ha sido mi propio colegio y, de alguna manera, mi propia universidad. Lo que aprendí en las pistas me ha acompañado siempre, dentro y fuera del tenis.

El deporte me enseñó el valor de la disciplina; nada se consigue sin esfuerzo diario, sin compromiso y sin cuidar los pequeños detalles. De poco sirve soñar en grande si no se trabaja con intensidad y con objetivos claros en el día a día y aunque pueda parecer lo contrario, es en la rutina y en el esfuerzo constante y silencioso, donde realmente empiezan a forjarse los grandes éxitos.

El deporte me enseñó también a no sentirme mejor que nadie, porque en las competiciones y en los torneos, como en la vida, nadie gana siempre. Siempre hay un rival que puede superarte y creo que aceptar la derrota, aprender de ella y esforzarse para volver a levantarse, es una de las lecciones más valiosas que aprendí con el paso del tiempo.

El deporte me aportó un pequeño doctorado en resiliencia. He vivido momentos duros, con lesiones y con incertidumbres; y he aprendido que lo importante no es solo volver, sino volver con ilusión, con energía y con la actitud de seguir luchando, aunque las circunstancias no sean las idóneas.

Con todo ello, el Deporte, con mayúsculas, me ha enseñado la importancia de vivirlo con pasión. Sin pasión y sin amor por lo que uno hace, es imposible sostener una carrera tan exigente; la pasión te ayuda a disfrutar incluso en los momentos de mayor esfuerzo y dificultad.

Con el paso de los años también he aprendido a comprender la importancia de encuadrar correctamente una palabra relevante para los deportistas profesionales: ambición.

Para mí fue un aprendizaje muy valioso entender e interiorizar que la verdadera ambición no consiste solo en querer ganar o en querer alcanzar un objetivo, sino en intentar superarse cada día sin perder nunca de vista lo que realmente importa: los valores que mi familia me enseñaron desde niño. Una ambición sana donde el fin no justifica los medios.

Recuerdo mis primeros entrenamientos en Manacor, en mi época de niñez y adolescencia. Entonces no pensaba en ganar Grand Slams ni en grandes títulos; mi única ilusión era mejorar cada día, golpear la pelota un poco mejor que el día anterior y dar lo mejor de mí en cada entrenamiento. Esa mentalidad que me inculcaron tanto mi tío Toni como mis padres, de trabajar con constancia y de la importancia de disfrutar del proceso, me ha acompañado siempre y estoy convencido de que es una de las claves para alcanzar cualquier meta en la vida.

Permitidme compartir una anécdota personal que refleja muy bien lo que acabo de mencionar: En el año 2002, siendo todavía un adolescente, estaba muy ilusionado con un objetivo; jugar por primera vez el torneo júnior de Roland Garros. En aquel momento ya tenía algunos puntos ATP, había disputado torneos internacionales y veía en esa cita la gran oportunidad de competir en uno de los escenarios más emblemáticos de mi deporte. Imaginaos con 15 años la emoción de jugar en París.

Sin embargo mis padres me dijeron que no podría participar, porque coincidía con la época de los exámenes. Para mí, con 15 años por aquel entonces, fue muy difícil de entender. Tenía delante la posibilidad de jugar un Grand Slam Junior y, no obstante, me pedían que lo dejara pasar por algo que, en aquel momento, yo no valoraba de la misma manera.

A pesar de mi decepción, mis padres se mantuvieron firmes y finalmente no jugué aquel torneo. Con el tiempo he comprendido que aquella decisión fue una gran lección y hoy les doy las gracias porque me ayudaron a terminar mi educación obligatoria y me enseñaron, que ningún objetivo deportivo puede estar por encima de los valores y de la formación.

Miguel de Unamuno, uno de los rectores más ilustres de esta Universidad, dijo “Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.” algo que si bien era en otro contexto social e histórico, refleja muy bien lo que yo he intentado realizar en mi carrera: mirar siempre hacia adelante y no conformarme con lo que ya había conseguido, trabajar día a día para construir un futuro mejor, con la ilusión de seguir aprendiendo y mejorando.

Todos estos valores que he ido mencionando: disciplina, humildad, resiliencia, pasión; son generales, no pertenecen solo al tenis, ni siquiera al deporte, sino que pueden y deben aplicarse en la vida cotidiana, en la educación, en la investigación, en la empresa y en cualquier ámbito de la sociedad.

Además, el deporte tiene también una capacidad única de unirnos.

Tras viajar por el mundo durante más de 20 años, he tenido la suerte de conocer y jugar en muchos países. En cada lugar y en cada evento sentí el cariño de personas de culturas distintas, de lenguas distintas y en muchos casos de ideas distintas. Sin embargo, todos compartíamos una misma emoción durante los partidos.

El deporte nos recuerda a diario, que más allá de nuestras diferencias, tenemos mucho en común. Nos enseña a respetar al rival, a competir con intensidad y deportividad y a celebrar no solo nuestras victorias, sino también a respetar y valorar el esfuerzo de los demás.

En un mundo que parece estar en constante división y polarización, creo firmemente que el deporte puede ser un puente y un espacio de encuentro que promueva la convivencia, la cordialidad y el respeto mutuo.

A lo largo de los años he comprendido que el deporte no solo forma deportistas: forma personas. Por eso, a través de la Fundación Rafa Nadal y de la Academia, he querido, apoyado por mi familia y mi equipo, aportar algo más transmitiendo esos valores a las nuevas generaciones.

En nuestro día a día en la Fundación trabajamos con niños y jóvenes en situaciones vulnerables, ofreciendo oportunidades a través del deporte y la educación. He podido comprobar de primera mano cómo el deporte puede transformar vidas: enseñando disciplina, fomentando la autoestima, creando un sentido de comunidad y ofreciendo esperanza.

Creo que el deporte debe ocupar un lugar destacado en los sistemas educativos, porque no solo mejora la salud física, sino que inculca valores que son fundamentales para cualquier profesión y para la vida en sociedad.

Yo sabía que algún día mi etapa como jugador profesional llegaría a su fin, es ley de vida, y lo acepté con naturalidad. Si bien aquello que siempre me importó fue que, cuando eso ocurriese, pudiese mirar atrás y sentir que había contribuido, a que el deporte fuese valorado no solo por los títulos o los récords, sino por lo que aporta a las personas y a la sociedad.

Espero que mi trayectoria pueda inspirar a otros a luchar por sus sueños, a no rendirse ante las dificultades y a entender que el verdadero éxito no está en el resultado, sino en el camino recorrido, en el esfuerzo, en la actitud y en la forma de afrontar cada reto.

Hoy, al recibir este doctorado Honoris Causa, siento que este reconocimiento es también para lo que el deporte representa en la sociedad.

Lo recibo con gratitud, con humildad y con el compromiso de seguir trabajando para que el deporte sea una herramienta de crecimiento personal y social.

La Universidad de Salamanca es historia viva, es un símbolo del poder transformador de la educación y una prueba de que el pensamiento libre, cuando se ejerce con responsabilidad, puede también cambiar el mundo.

Nelson Mandela dijo hace ya 25 años:
“El deporte tiene el poder de cambiar el mundo. Tiene el poder de inspirar.
Tiene el poder de unir a las personas como pocas cosas lo hacen. Habla a la juventud en un lenguaje que entienden.
El deporte puede crear esperanza donde antes solo había desesperación. Es más poderoso que los gobiernos para derribar barreras raciales.»

Cambiar el mundo como dijo Mandela no fue mi objetivo, si bien tener un buen comportamiento a todos los niveles sí que estuvo en mi forma de entender el deporte y la vida.

Quiero dar las gracias una vez más a la Universidad de Salamanca, a todos los que han hecho posible este reconocimiento y a todas las personas que me han acompañado en mi camino: mi familia, que ha sido siempre mi gran apoyo; mi equipo, que ha estado a mi lado en los buenos y en los malos momentos; y también a mis rivales, que me han exigido tanto y me han empujado siempre a mejorar.

Este día lo llevaré siempre conmigo y será un gran impulso para seguir siendo fiel a los valores que el deporte me ha enseñado y que hoy, de alguna manera, comparto con todos vosotros en esta universidad que ha dejado una huella tan profunda en la cultura, en la sociedad y en el pensamiento de España y de la humanidad.

Muchísimas gracias.

Rafa Nadal

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