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¿Conoces los términos codo de tenis o codo de golf? Estos hacen referencia a una serie de lesiones que surgen por el sobreesfuerzo que se caracterizan por presentar dolor y malestar en la región externa o interna del codo y que afectan, sobre todo, a la inserción de los tendones flexores y extensores del antebrazo y de la muñeca. “Sin embargo”, explica el Dr. José Tabuenca, jefe del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, “y a pesar del nombre con el que se conoce la lesión, los deportes de raqueta o el golf son la causa directa de tan solo el 5% de los casos.”

 

Estas lesiones se producen con mayor frecuencia al realizar actividades de la vida cotidiana que suponen esfuerzos repetitivos de los músculos del codo. La epicondilitis y la epitrocleitis las puede padecer entre el 1 y el 3% de la población general, algo más habitual en el sexo masculino entre los 40 y los 50 años. Es común en personas que trabajan con ordenadores, que realizan tareas del hogar, o aquellas que desempeñan su labor profesional en la construcción, la jardinería o la carpintería. De hecho, se puede considerar que una de las mayores causas que generan este problema en el siglo XXI es el abuso o mal uso de ordenadores, tabletas digitales y teléfonos.

 

Uno de los problemas más importantes de las personas a las que se diagnostica codo de tenista es que esta clínica se cronifica con facilidad al no ser diagnosticada y tratada de forma adecuada y con rapidez. “En al menos un 20% de los afectados por codo de tenista, los síntomas pueden persistir más de un año”, subraya el especialista, “y, si la duración de la lesión se alarga, puede resultar invalidante y ser más difícil de tratar.”

 

Existe controversia en lo que se refiere a la causa que origina el codo de tenista o el codo de golfista. La lesión básica podría ser una rotura visible o microscópica en la inserción de los músculos en epicóndilo o epitroclea. Los pacientes refieren dolor al coger un peso o al apretar para saludar con la mano y, en los casos más severos, aparece incluso en reposo.

 

“La exploración clínica muestra dolor selectivo localizado sobre el epicóndilo o epitroclea, en el origen muscular”, continúa el Dr. Tabuenca, “que se extiende difusamente por la cara externa o interna del codo. Este dolor se incrementa con la extensión o flexión contra resistencia de muñeca y dedos. Aunque el diagnóstico es clínico, si no mejora con un tratamiento inicial, es recomendable realizar una ecografía o resonancia que podrían mostrar alteraciones en los músculos del codo.”

 

En lo que se refiere al tratamiento, siempre se debe iniciar de forma conservadora, y se deben considerar tres componentes principales: protección, disminución de la inflamación y fortalecimiento de los músculos y tendones. Las medidas de protección incluyen la modificación del tiempo o intensidad de aquellas actividades deportivas o laborales que agravan el dolor, con la realización de descansos y estiramientos. Asimismo, la utilización de brazaletes o coderas, con un ancho de entre cinco a seis centímetros, ayuda a que haya menos tracción en la zona de inserción del músculo y, por consiguiente, menos dolor.

 

“Para disminuir la inflamación del tendón, se puede aplicar hielo masajeando suavemente la zona dolorida durante cinco minutos”, aconseja el especialista, “así como también se pueden emplear distintas modalidades de fisioterapia, como masajes de fricción, ultrasonidos, iontoforesis, técnica EPI y medicación antiinflamatoria.”

 

Técnicas quirúrgicas

 

Se deben realizar estiramientos y ejercicios de fortalecimiento de los músculos y tendones afectados, una vez se haya conseguido disminuir ligeramente el dolor con las medidas anteriores. Si con estas medidas no se mejora, pueden estar indicadas las infiltraciones con corticoides o plasma rico en plaquetas (factores de crecimiento) en la zona de máximo dolor. Para evitar recaídas, los pacientes que realicen actividades deportivas o manuales específicas (tenis, golf, cadena de montaje, etc.) necesitan una evaluación del gesto que realizan y modificación de este si fuera necesario.

 

“Se habla de fracaso del tratamiento conservador cuando el paciente no mejora entre los seis meses y un año. Un 7% puede no mejorar con estas medidas, precisando entonces tratamiento quirúrgico. Se han descrito diferentes técnicas quirúrgicas, dirigidas a disminuir la tensión que ejercen los tendones extensores sobre el epicóndilo, con la desinserción de este y favoreciendo la vascularización del hueso subyacente mediante perforaciones”, concluye el Dr. Tabuenca.

 

En la actualidad se utilizan para ello, además de la cirugía abierta convencional, técnicas semiinvasivas como la artroscopia de codo. A los tres meses, los pacientes vuelven gradualmente a su rutina. Se autorizan las actividades deportivas cuando el paciente alcanza el 80% de su resistencia o fuerza habituales.

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